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sábado, 10 de diciembre de 2011

EVENTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS Audio Libro

EVENTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS
Elena G. de White


Los Adventistas del séptimo día creen que han sido especialmente llamados por Dios para proclamar las buenas nuevas del pronto regreso de Cristo a un mundo confuso y moribundo. Como un esfuerzo adicional para "mantener este tema delante de la gente", después de "El conflicto de los siglos" y "Maranatha", se preparó este libro. Muchas de las citas han sido extraídas de fuentes de Elena G. de White ya publicadas, pero un porcentaje considerable de los materiales se publica por primera vez, tratándose de incluir las declaraciones más significativas, ya que no se han utilizado todas.







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Créditos:

Narración: Raúl Cancelado

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Falsos Cristos

Falsos Cristos

La congregación religiosa Creciendo en Gracia, encabezada por el puertorriqueño José Luis de Jesús Miranda, autoproclamado Jesucristo Hombre y recientemente El Anticristo, gana adeptos en gran parte de América Latina y ahora busca establecer su presencia en México donde ya operan al menos 82 “centros educativos”, tres de ellos en el Distrito Federal, en los que se difunde su doctrina.
Falso Cristo, José Luis de Jesús Miranda, autoproclamado Jesucristo Hombre

Miranda, a quien sus seguidores llaman cariñosamente “papi”, “apóstol” y hasta “Dios”, nació en Ponce, Puerto Rico, en un barrio marginal de la isla y se afirma que desde los 14 años se hizo adicto a la heroína lo que lo llevó incluso a prisión por robo.

 Fue en su país natal donde comenzó a predicar luego de recibir en 1988, se dice, la “profecía” de que Jesucristo se “fundió” en él y desde entonces comenzó a construir una cofradía que en la actualidad cuenta con 335 centros de adoctrinamiento en por lo menos 30 países, 200 pastores, 287 programas radiofónicos y una red de televisión que transmite las 24 horas por Internet que, de acuerdo con su página electrónica, llega a más de dos millones de hogares en todo el planeta.
Hace casi veinte años Miranda se ungió como la reencarnación del apóstol Pablo y por esas fechas también se nombró como El otro, profetizando el supuesto advenimiento de Cristo y fue apenas en 2004 cuando se proclamó Jesucristo Hombre.
A principios de este año, durante una de sus presentaciones, Miranda calificó a su movimiento como la “congregación de los anticristos” y mostró públicamente dos tatuajes, uno con el símbolo del “666” en el brazo izquierdo y una triple “S” (Salvo, Siempre Salv666-SSS Jose Luis de Jesus  Mirandao) en su brazo derecho, que utiliza como un logotipo de su hermandad.
La revelación provocó una reacción de euforia entre sus seguidores.
El número 666 se menciona en el Libro del Apocalipsis del Nuevo Testamento, donde se explica la visión del apóstol Juan sobre el ascenso del Anticristo y el Juicio Final.

El propio Miranda ha encabezado jornadas de iniciación en las que decenas de jóvenes se tatúan los símbolos de esta secta (SSS-666) considerados ofensivos principalmente para la Iglesia Católica.En diferentes ciudades de América Latina se ha registrado la quema pública de imágenes, libros y objetos religiosos. Esto ha generado un ambiente de polarización en diferentes sectores de la sociedad.
Ver el vídeo en la siguiente dirección: 

Qué es lo que dice La Biblia en cuanto a esto
Marcos 13:22-23 "porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas y harán señales y prodigios para engañar, si fueralista de falsos cristos posible, aún a los escogidos. pero vosotros !tened cuidado! os lo he dicho todo de antemano."

Lucas 17:22-23 "y dijo a sus discípulos: tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del hijo del hombre y no lo veréis.
y os dirán: "helo aquí", o "helo allí". no vayáis ni los sigáis.

Lucas 21:8 "él entonces dijo: mirad que no seáis engañados, porque vendrán muchos en mi nombre diciendo: "yo soy el cristo" y: "el tiempo está cerca". Pero no vayáis en pos de ellos.
Mateo 24: 4-5 " respondiendo Jesús, les dijo:"mirad que nadie os engañe, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: "yo soy el cristo", y a muchos engañarán."

Mateo 24:23-27 "entonces, si alguno os dice: "mirad, aquí está el cristo", o "mirad, allí está", no lo creáis, porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si es posible, aun a los escogidos. ya os lo he dicho antes. Así que, si os dicen: "mirad, está en el desierto", no salgáis; o "mirad, está en los aposentos", no lo creáis, porque igual que el relámpago sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del hijo del hombre."
Jesús habló de volver por segunda vez

2da_venidaEn  Juan 14:1-3  “no se turbe vuestro corazón; creéis en dios, creed también en mí. en la casa de mi padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis.”

Cristo ascendió al cielo después de haber resucitado y haberseles presentado a los discípulos, luego de estar con ellos y hablarles:
en hechos 1:9-11 “y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y lo recibió una nube que lo ocultó de sus ojos estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales les dijeron: --galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo
dice la palabra "así vendrá como lo habéis visto ir al cielo" y cómo se fue? "viéndolo ellos, fue alzado, y lo recibió una nube que lo ocultó de sus ojos" entonces claramente vemos que Jesús ascendió al cielo y que en su segunda venida descenderá del cielo adonde fue, pero veamos más textos de la Biblia que nos confirman lo que dice en hechos, el texto ya leído.

Cristo descenderá del cielo
he aquí que viene el señor, con las huestes innumerables de sus santos ángeles, para ejecutar juicio sobre todos
En 1 tes. 4:16 y 17 “el señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al señor en el aire, y así estaremos siempre con el señor.”

Vemos claramente en el texto que dice "descenderá del cielo." y es preciso el texto, ya que vimos en el libro de hechos que los ángeles les dijeron a los discípulos "galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo
Dice el texto que una nube lo oculto de la vista de sus discípulos.

Vendrá del cielo como lo vimos, pero viene solo?
Judas 14,15 "......he aquí que viene el señor, con las huestes innumerables de sus santos ángeles, para ejecutar juicio sobre todos..."

Es visible la venida de cristo, o será algo secreto
como dicen por ahí?, veamos lo que dice la Biblia
Apocalipsis 1:7 "he aquí que viene con las nubes: todo ojo lo verá, y los que lo traspasaron; y todos los linajes de la tierra se lamentarán por causa de él. sí, amén

Testimonios para la Iglesia Tomo 1 Audio Libro

Testimonios para la Iglesia, Vol. 1


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001 Mi infancia Download
002 Mi conversion  Download
003 Sentimientos de desesperacion  Download
003 Sentimientos de desesperaci�n  Download
004 Alejamiento de la iglesia Metodista  Download
005 Oposicion de los hermanos nominales Download
006 Esperando la segunda venida  Download
007 Mi primera vision  Download
008 Llamada a viajar Download
009 Vision de la tierra nueva  Download
010 Rehusando presentar la reprension  Download
011 Matrimonio y esfuerzos subsiguientes  Download
012 Publicando y viajando  Download
013 Traslado a Michigan  Download
014 La muerte de mi esposo  Download
015 Eres guardi�n de tu hermano  Download
016 La hora en que comienza el dia de reposo  Download
017 Opositores de la verdad  Download
018 La responsabilidad de los padres  Download
019 La fe en Dios  Download
020 El grupo del Mensajero  Download
021 Preparate para encontrarte con tu Dios  Download
022 Los dos caminos Download
023 Conformidad con el mundo  Download
024 Las esposas de los ministros Download
025 Se celoso y arrepientete  Download
026 El Este y el Oeste  Download
027 Los jovenes observadores de Sabado  Download
029 Mirad tambien por vosotros mismos  Download
030 El joven rico  Download
031 El privilegio y el deber de la Iglesia  Download
032 El zarandeo  Download
033 La Iglesia de Laodicea Download
034 Las casas de culto  Download
035 Lecciones de las parabolas Download
036 Fiadores de los incredulos  Download
037 Los juramentos  Download
038 Errores en el regimen alimenticio  Download
039 Se reprende la negligencia  Download
040 Deberes para con los hijos  Download
041 La dadivosidad sistematica  Download
042 El nombre de nuestra denominacion  Download
043 Los pobres  Download
044 Las especulaciones Download
045 Un mayordomo deshonesto  Download
046 Fanatismo en Wisconsin  Download
047 Cuando se encubre la reprension  Download
048 La obra en Ohio  Download
049 Una consagracion completa  Download
050 Experiencia personal  Download
051 La obra en el Oeste  Download
052 Una pregunta contestada  Download
053 El Norte y el Sur  Download
054 Viene una gran angustia  Download
055 La esclavitud y la guerra Download
056 Tiempos peligrosos  Download
057 Organizacion  Download
058 Nuestro deber para con los pobres Download
059 El poder del ejemplo Download
060 Consagracion Download
061 Filosofias vanas y enganosas  Download
062 La religion en la familia  Download
063 Los celos y la critica  Download
064 La unidad en la fe  Download
066 El poder de Satanas Play Download
067 Las dos coronas Play Download
068 El futuro  Download
069 La rebelion Download
070 Peligros y deber de los ministros  Download
071 Mal empleo de las visiones Download
072 Padres e hijos Download
073 La obra en el Este  Download
074 Peligros de la juventud  Download
075 Andad en la luz  Download
076 La causa en el Este  Download
077 La oracion de David  Download
078 Extremos en la manera de vestir  Download
079 Comunicaciones para el pastor Hull  Download
080 Ministros sin consagracion  Download
081 La esposa del ministro Download
082 Derechos de patentes de invencion  Download
083 La reforma en la manera de vestir Download
084 Nuestros ministros  Download
085 La reforma pro salud  Download
086 Mensaje para los jovenes  Download
087 La recreacion entre los cristianos Download
088 La reforma en el vestir  Download
089 Conjeturas sobre Battle Creek  Download
090 El traspaso de las responsabilidades...  Download
091 La debida observancia del Sabado Download
092 Sentimientos politicos  Download
093 La usura Download
094 El engano de las riquezas  Download
095 Obediencia a la verdad  Download
096 Los seguros de vida  Download
097 Haced circular las publicaciones  Download
098 El Reformador de la Salud  Download
099 El Instituto de Salud  Download
100 La salud y la religion  Download
101 El trabajo y las diversiones Download
102 Introduccion  Download
103 Breve bosquejo de mis actividades Download
104 Los obreros de la casa editora Download
105 Conflictos y victorias  Download
106 Respuesta de la iglesia de Battle Creek Download
107 Declaraciones hirientes y crueles Download
108 El peligro de la confianza propia  Download
109 No seais enganados  Download
110 La publicacion de testimonios personales  Download
111 El instituto de Salud  Download
112 Breve resena de mis actividades Play Download
113 Los pastores,el orden y la organizacion  Download
114 Otras labores  Download
115 El caso de la hermana Ana More  Download
116 Cosina saludable  Download
117 Libros y folletos  Download
118 La contrasena del cristiano  Download
119 La simpatia en el hogar  Download
120 la situacion del esposo DownloadNada Comprastes Nada VENDISTES

La Segunda Venida

La Segunda Venida

Donde yo voy, vosotros no podéis venir; así digo a vosotros ahoraJesús dirigiéndose a sus discípulos con el término cariñoso de "hijitos," dijo: "Aun un poco estoy con vosotros. Me buscaréis; mas, como dije a los Judíos: Donde yo voy, vosotros no podéis venir; así digo a vosotros ahora." Los discípulos no podían regocijarse cuando oyeron esto. El temor se apoderó de ellos. Se acercaron aun más al Salvador. Su Maestro y Señor, su amado Instructor y Amigo, les era más caro que la vida. A él pedían ayuda en todas sus dificultades, consuelo en sus tristezas y desencantos. Ahora estaba por abandonarlos, a ellos que formaban un grupo solitario y dependiente. Obscuros eran los presentimientos que les llenaban el corazón. Pero las palabras que les dirigía el Salvador estaban llenas de esperanza. El sabía que iban a ser asaltados por el enemigo, y que la astucia de Satanás tiene más éxito contra los que están deprimidos por las dificultades. Por lo tanto, quiso desviar su atención de "las cosas que se ven" a "las que no se ven."
Apartó sus pensamientos del destierro terrenal al hogar celestial. "No se turbe vuestro corazón dijo: creéis en Dios, creed también en mi. En la casa de mi Padre muchas moradas hay: de otra manera os lo hubiera  dicho: voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere, y os  apartaré lugar, vendré otra  vez, y os tomaré a mi mismo: para que   donde yo estoy, vosotros también estéis.
"vuestro corazón no se turbe más".  Los discípulos estaban turbados porque Jesús había anunciado que pronto los dejaría (cap. 13: 33).  Por eso les dijo que su ausencia sólo sería temporal y que su partida sería para beneficio de ellos.
“si me fuere vendré otra vez” se expresa esta promesa usando el tiempo presente.  Este es el llamado presente futurista que hace resaltar la certidumbre del suceso.  Se piensa que el acontecimiento es tan seguro como si ya se estuviera realizando.  Claramente, se hace referencia al advenimiento personal de Jesús descrito vívidamente unos pocos días antes en respuesta a la pregunta: "¿Qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?".
En el momento de la Ascensión de Jesucristo al Cielo, cuando los Apóstoles y discípulos se quedaron extasiados viendo hacia donde había desaparecido el Señor entre las nubes, sucedió que dos Ángeles se aparecieron para decirles: Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este que ha sido llevado, este mismoJesús, vendrá como lo han visto subir al Cielo.” (Hech. 1, 9-11).
El mismo Jesús a quien los discípulos habían conocido íntimamente durante los tres años y medio que acababan de transcurrir.  Aunque había resucitado y ascendido al cielo como el Hijo de Dios, aún retenía su naturaleza humana. Según esa promesa, la venida de Jesús deberá ser: (1) personal: "este mismo Jesús ; visible: "como le habéis visto ir"; (3) acompañada de nubes: "una nube... lo ocultó"; (4) segura: "así vendrá". Esta sencilla aunque solemne promesa de los consejeros angélicos le imprime a la doctrina de la segunda venida de Cristo una completa certeza, asegurada por la realidad de la ascensión.  Todo -acontecimiento y promesa- es verdad, o ninguno de los dos lo es.  Sin la segunda venida de Cristo, toda la obra anterior del plan de redención sería tan vana como lo sería la siembra y el cultivo sin la cosecha.
En el momento de la Ascensión de Jesucristo al Cielo, cuando los Apóstoles y discípulos se quedaron extasiados viendo hacia donde había desaparecido el Señor entre las nubes, sucedió que dos Ángeles se aparecieron para decirles: Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este que ha sido llevado, este mismoJesús, vendrá como lo han visto subir al Cielo.” (Hech. 1, 9-11).
El mismo Jesús a quien los discípulos habían conocido íntimamente durante los tres años y medio que acababan de transcurrir.  Aunque había resucitado y ascendido al cielo como el Hijo de Dios, aún retenía su naturaleza humana. Según esa promesa, la venida de Jesús deberá ser: (1) personal: "este mismo Jesús ; visible: "como le habéis visto ir"; (3) acompañada de nubes: "una nube... lo ocultó"; (4) segura: "así vendrá". Esta sencilla aunque solemne promesa de los consejeros angélicos le imprime a la doctrina de la segunda venida de Cristo una completa certeza, asegurada por la realidad de la ascensión.  Todo -acontecimiento y promesa- es verdad, o ninguno de los dos lo es.  Sin la segunda venida de Cristo, toda la obra anterior del plan de redención sería tan vana como lo sería la siembra y el cultivo sin la cosecha.
¿Cómo vendrá Jesús?

    El anuncio de los Ángeles es clarísimo y corrobora anuncios previos hechos por Jesús mismo. Al responder a Caifás en el momento de su injustísimo juicio antes del su Pasión y Muerte dijo lo siguiente: “Verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Dios Poderoso y viniendo sobre las nubes” (Mt. 26, 64).

    Ya anteriormente lo hab ía anunciado a sus discípulos: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre. Verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo, con el Poder Divino y la plenitud de la Gloria. Mandará a sus Ángeles, los cuales tocarán la trompeta y reunirán a los elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del mundo” (Mt. 24, 30-31)

    Los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. (Hechos 1:11)Jesús volverá con un cuerpo visible así como ascendió al cielo. Será visto por todos pues es un ser real.
    Además de eso se declara  que cuando se manifieste toda su gloria en ocasión de su segunda venida que todos los ojos del mundo le verán  “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él.  Sí, amén. “(Apocalipsis 1:7)
"¡Despertaos, los que dormís, y levantaos!"
A la par que cristo desciende en gloria con millares y millares de ángeles, sucede un evento  sin precedentes en la historia de la tierra. Las nubes comienzan a plegarse como un rollo y allí está la señal brillante y clara del Hijo del, hombre.  Los  hijos de Dios saben lo que esa nube significa.  Se oye el sonido de música, y cuando se acerca, se abren las tumbas y los muertos son levantados "No os maravilléis de esto: porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación" [Juan 5:28-291Esta voz pronto resonará entre todos los muertos, y cada santo que duerme en Jesús se levantará y abandonará su prisión Los preciosos muertos, desde Adán hasta el último santo que fallezca, oirán la voz del Hijo de Dios, y saldrán del sepulcro para tener vida inmortal
Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.  Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. (1Tesalonicences 4.13-16)
Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos.  Dirige una mirada a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: "¡Despertaos, despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!" Por toda la superficie de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán.  Y toda la tierra repercutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos.  De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Cor. 15: 55).  Y los justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de victoria
La resurrección de los muertos en cristo  es un signo característico de la venida del Jesús
Propósito de su venida
Cuando cristo vuelva por segunda vez en las nubes de los cielos, cada hombre recibirá su remuneración de acuerdo con suel juicio y la 2da venida propia labor.  Y el galardón será acorde con los motivos que impulsaron la acción.
 “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; yel que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”. (Apocalipsis 22:11, 12)
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo
propio, celoso de buenas obras”.
(Tito 2:11-14)
Conclusión
 La segunda venida de Cristo será motivo de gozo para todos aquellos que amaron su venida  “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”. (2 Timoteo 4:8), para los que esperaron su regreso (Filipenses 3:20), y para los que sufrieron por obedecerle y serle fieles (1 Pedro 4:13). Ellos se regocijarán cuando al fin vean la señal del Hijo del hombre que viene en las nubes, porque Cristo les dirá: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo" (Mateo 25-34).
 

LA SEGUNDA VENIDA, EL RETORNO DEL REY

CUANDO los que honran la ley de Dios hayan sido privados de la protección de las  leyes humanas, empezará en varios países un movimiento simultáneo para destruirlos. Conforme vaya acercándose el tiempo señalado en el decreto, el pueblo conspirará para extirpar la secta aborrecida. Se convendrá en dar una noche el golpe decisivo, que reducirá completamente al silencio la voz disidente y reprensora.
El pueblo de Dios -algunos en las celdas de las cárceles, otros escondidos en ignorados escondrijos de bosques y montañas- invocan aún la protección divina, mientras que por todas partes compañías de hombres armados, instigados por legiones de ángeles malos, se disponen a emprender la obra de muerte. Entonces, en la hora de supremo apuro, es cuando el Dios de Israel intervendrá para librar a sus escogidos. El Señor dice: "Vosotros tendréis canción, como en noche en que se celebra pascua; y alegría de corazón, como el que va . . . al monte de Jehová, al Fuerte de Israel. Y Jehová hará oír su voz potente, y hará ver el descender de su brazo, con furor de rostro, y llama de fuego consumidor; con dispersión, con avenida, y piedra de granizo." (Isaías 30: 29, 30.)

Multitudes de hombres perversos, profiriendo gritos de triunfo, burlas e imprecaciones, están a punto de arrojarse sobre su presa, cuando de pronto densas tinieblas, más sombrías que la obscuridad de la noche caen sobre la tierra. Luego un arco iris, que refleja la gloria del trono de Dios, se extiende de un lado a otro del cielo, y parece envolver a todos los grupos en oración. Las multitudes encolerizadas se sienten contenidas en el acto. Sus gritos de burla expiran en sus labios. Olvidan el objeto de su ira sanguinaria. Con terribles presentimientos  contemplan el símbolo de la alianza divina, y ansían ser amparadas de su deslumbradora claridad.

Los hijos de Dios oyen una voz clara y melodiosa que dice: Los hijos de Dios oyen una voz clara y melodiosa que dice: "Enderezaos," y, al levantar la vista al cielo, contemplan el arco de la promesa. Las nubes negras y amenazadoras que cubrían el firmamento se han desvanecido, y como Esteban, clavan la mirada en el cielo, y ven la gloria de Dios y al Hijo del hombre sentado en su trono. En su divina forma distinguen los rastros de su humillación, y oyen brotar de sus labios la oración dirigida a su Padre y a los santos ángeles: "Yo quiero que aquellos también que me has dado, estén conmigo en donde yo estoy." (S. Juan 17:24, V.M.) Luego se oye una voz armoniosa y triunfante, que dice: "¡Helos aquí! ¡Helos aquí! santos, inocentes e inmaculados. Guardaron la palabra de mi paciencia y andarán entre los ángeles;" y de los labios pálidos y trémulos de los que guardaron firmemente la fe, sube una aclamación de victoria.

Es a medianoche cuando Dios manifiesta su poder para librar a su pueblo. Sale el sol en todo su esplendor. Sucédense señales y prodigios con rapidez. Los malos miran la escena con terror y asombro, mientras los justos contemplan con gozo las señales de su liberación. La naturaleza entera parece trastornada. Los ríos dejan de correr. Nubes negras y pesadas se levantan y chocan unas con otras. En medio de los cielos conmovidos hay un claro de gloria indescriptible, de donde baja la voz de Dios semejante al ruido de muchas aguas, diciendo: "Hecho es." (Apocalipsis 16: 17.)
Esa misma voz sacude los cielos y la tierra. Síguese un gran terremoto, "cual no fue jamás desde que los hombres han Síguese un gran terremoto, estado sobre la tierra." (Vers. 18.) El firmamento parece abrirse y cerrarse. La gloria del trono de Dios parece cruzar la atmósfera. Los montes son movidos como una caña al soplo del viento, y las rocas quebrantadas se esparcen por todos lados. Se oye un estruendo como de cercana tempestad. El mar es azotado con furor. Se oye el silbido del huracán, como voz  de demonios en misión de destrucción. Toda la tierra se alborota e hincha como las olas del mar. Su superficie se raja. Sus mismos fundamentos parecen ceder. Se hunden cordilleras. Desaparecen islas habitadas. Los puertos marítimos que se volvieron como Sodoma por su corrupción, son tragados por las enfurecidas olas. "La grande Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su ira." (Vers. 19.) Pedrisco grande, cada piedra, "como del peso de un talento" (vers. 21), hace su obra de destrucción. Las más soberbias ciudades de la tierra son arrasadas. Los palacios suntuosos en que los magnates han malgastado sus riquezas en provecho de su gloria personal, caen en ruinas ante su vista. Los muros de las cárceles se parten de arriba abajo, y son libertados los hijos de Dios que habían sido apresados por su fe.

Los sepulcros se abren y "muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua." (Daniel 12: 2.) Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel, salen glorificados de la tumba, para oír el pacto de paz que Dios hace con los que guardaron su ley. "Los que le traspasa ron" (Apocalipsis 1: 7), los que se mofaron y se rieron de la agonía de Cristo y los enemigos más acérrimos de su verdad y de su pueblo, son resucitados para mirarle en su gloria y para ver el honor con que serán recompensados los fieles y obedientes.
Densas nubes cubren aún el firmamento; sin embargo el sol se abre paso de vez en cuando, como si fuese el ojo vengador de Jehová. Fieros relámpagos rasgan el cielo con fragor, envolviendo a la tierra en claridad de llamaradas. Por encima del ruido aterrador de los truenos, se oyen voces misteriosas y terribles que anuncian la condenación de los impíos. No todos entienden las palabras pronunciadas; pero los falsos maestros las comprenden perfectamente. Los que poco antes eran tan temerarios, jactanciosos y provocativos, y que tanto se regocijaban  al ensañarse en el pueblo de Dios observador de sus mandamientos, se sienten presa de consternación y tiemblan de terror. Sus llantos dominan el ruido de los elementos. Los demonios confiesan la divinidad de Cristo y tiemblan ante su poder, mientras que los hombres claman por misericordia y se revuelcan en terror abyecto.
altAl considerar el día de Dios en santa visión, los antiguos profetas exclamaron: "Aullad, porque cerca está el día de Jehová; vendrá como asolamiento del Todopoderoso." "Métete en la piedra, escóndete en el polvo, de la presencia espantosa de Jehová y del resplandor de su majestad. La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será ensalzado en aquel día. Porque día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, y sobre todo ensalzado; y será abatido." "Aquel día arrojará el hombre, a los topos y murciélagos, sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que le hicieron para que adorase; y se entrarán en las hendiduras de las rocas y en las cavernas de las peñas, por la presencia formidable de Jehová, y por el resplandor de su majestad, cuando se levantare para herir la tierra." (Isaías 13: 6; 2: 10-12; 2: 20, 21.)

Por un desgarrón de las nubes una estrella arroja rayos de luz cuyo brillo queda cuadruplicado por el contraste con la obscuridad. Significa esperanza y júbilo para los fieles, pero severidad para los transgresores de la ley de Dios. Los que todo lo sacrificaron por Cristo están entonces seguros, como escondidos en los pliegues del pabellón de Dios. Fueron probados, y ante el mundo y los despreciadores de la verdad demostraron su fidelidad a Aquel que murió por ellos. Un cambio maravilloso se ha realizado en aquellos que conservaron su integridad ante la misma muerte. Han sido librados como por ensalmo de la sombría y terrible tiranía de los hombres vueltos demonios. Sus semblantes, poco antes tan pálidos, tan llenos de ansiedad y tan macilentos, brillan ahora de admiración, fe y amor. Sus voces se elevan en canto triunfal: "Dios es nuestro  refugio y fortaleza; socorro muy bien experimentado en las angustias. Por tanto no temeremos aunque la tierra sea conmovida, y aunque las montañas se trasladen al centro de los mares; aunque bramen y se turben sus aguas, aunque tiemblen las montañas a causa de su bravura." (Salmo 46: 1-3, V.M.)

Mientras estas palabras de santa confianza se elevan hacia Dios, las nubes se retiran, y el cielo estrellado brilla con esplendor indescriptible en contraste con el firmamento negro y severo en ambos lados. La magnificencia de la ciudad celestial rebosa por las puertas entreabiertas. Entonces aparece en el cielo una mano que sostiene dos tablas de piedra puestas una sobre otra. El profeta dice: "Denunciarán los cielos su justicia; porque Dios es el juez." (Salmo 50: 6.) Esta ley santa, justicia de Dios, que entre truenos y llamas fue proclamada desde el Sinaí como guía de la vida, se revela ahora a los hombres como norma del juicio. La mano abre las tablas en las cuales se ven los preceptos del Decálogo inscritos como con letras de fuego. Las palabras son tan distintas que todos pueden leerlas. La memoria se despierta, las tinieblas de la superstición y de la herejía desaparecen de todos los espíritus, y las diez palabras de Dios, breves, inteligibles y llenas de autoridad, se presentan a la vista de todos los habitantes de la tierra.
Es imposible describir el horror y la desesperación de aquellos que pisotearon los santos preceptos de Dios
Es imposible describir el horror y la desesperación de aquellos que pisotearon los santos preceptos de Dios. El Señor les había dado su ley con la cual hubieran podido comparar su carácter y ver sus defectos mientras que había aún oportunidad para arrepentirse y reformarse; pero con el afán de asegurarse el favor del mundo, pusieron a un lado los preceptos de la ley y enseñaron a otros a transgredirlos. Se empeñaron en obligar al pueblo de Dios a que profanase su sábado. Ahora los condena aquella misma ley que despreciaran. Ya echan de ver que no tienen disculpa. Eligieron a quién querían servir y adorar. "Entonces vosotros volveréis, y echaréis de ver la diferencia que hay entre el justo y el injusto; entre aquel que sirve a Dios, y aquel que no le sirve." (Malaquías 3: 18, V.M.)

Los enemigos de la ley de Dios, desde los ministros hasta el más insignificante entre ellos, adquieren un nuevo concepto de lo que es la verdad y el deber. Reconocen demasiado tarde que el día de reposo del cuarto mandamiento es el sello del Dios vivo. Ven demasiado tarde la verdadera naturaleza de su falso día de reposo y el fundamento arenoso sobre el cual construyeron. Se dan cuenta de que han estado luchando contra Dios. Los maestros de la religión condujeron las almas a la perdición mientras profesaban guiarlas hacia las puertas del paraíso. No se sabrá antes del día del juicio final cuán grande es la responsabilidad de los que desempeñan un cargo sagrado, y cuán terribles son los resultados de su infidelidad. Sólo en la eternidad podrá apreciarse debidamente la pérdida de una sola alma. Terrible será la suerte de aquel a quien Dios diga: Apártate, mal servidor.
Desde el cielo se oye la voz de Dios que proclama el día y la hora de la venida de Jesús, y promulga a su pueblo el pacto eterno. Sus palabras resuenan por la tierra como el estruendo de los más estrepitosos truenos. El Israel de Dios escucha con los ojos elevados al cielo. Sus semblantes se iluminan con la gloria divina y brillan cual brillara el rostro de Moisés cuando bajó del Sinaí. Los malos no los pueden mirar. Y cuando la bendición es pronunciada sobre los que honraron a Dios santificando su sábado, se oye un inmenso grito de victoria.

altPronto aparece en el este una pequeña nube negra, de un tamaño como la mitad de la palma de la mano. Es la nube que envuelve al Salvador y que a la distancia parece rodeada de obscuridad. El pueblo de Dios sabe que es la señal del Hijo del hombre. En silencio solemne la contemplan mientras va acercándose a la tierra, volviéndose más luminosa y más gloriosa hasta convertirse en una gran nube blanca, cuya base es como fuego consumidor, y sobre ella el arco iris del pacto. Jesús marcha al frente como un gran conquistador. Ya no es "varón de dolores," que haya de beber el amargo cáliz de la ignominia y de la maldición; victorioso en el cielo y en la tierra, viene a  juzgar a vivos y muertos. "Fiel y veraz," "en justicia juzga y hace guerra." "Y los ejércitos que están en el cielo le seguían." (Apocalipsis 19: 11, 14, V.M.) Con cantos celestiales los santos ángeles, en inmensa e Innumerable muchedumbre, le acompañan en el descenso. El firmamento parece lleno de formas radiantes,- "millones de millones, y millares de millares." Ninguna pluma humana puede describir la escena, ni mente mortal alguna es capaz de concebir su esplendor. "Su gloria cubre los cielos, y la tierra se llena de su alabanza. También su resplandor es como el fuego." (Habacuc 3: 3, 4, V.M.) A medida que va acercándose la nube viviente, todos los ojos ven al Príncipe de la vida. Ninguna corona de espinas hiere ya sus sagradas sienes, ceñidas ahora por gloriosa diadema. Su rostro brilla más que la luz deslumbradora del sol de mediodía. "Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores." (Apocalipsis 19: 16.)

Ante su presencia, "hanse tornado pálidos todos los rostros;" el terror de la desesperación eterna se apodera de los que han rechazado la misericordia de Dios. "Se deslíe el corazón, y se baten las rodillas, . . . y palidece el rostro de todos." (Jeremías 30: 6; Nahum 2: 10, V.M.) Los justos gritan temblando: "¿Quién podrá estar firme?" Termina el canto de los ángeles, y sigue un momento de silencio aterrador. Entonces se oye la voz de Jesús, que dice: "¡Bástaos mi gracia!" Los rostros de los justos se iluminan y el corazón de todos se llena de gozo. Y los ángeles entonan una melodía más elevada, y vuelven a cantar al acercarse aún más a la tierra.
El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego. El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus lugares. "Vendrá nuestro Dios, y no callará: fuego consumirá delante de el, y en derredor suyo habrá tempestad grande. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo." (Salmo 50: 3, 4.)
Y los reyes de la tierra y los príncipes, y los ricos, y los  capitanes, y los fuertes, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero: porque el gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme?" (Apocalipsis 6: 15-17.)
Cesaron las burlas. Callan los labios mentirosos. El choque de las armas y el tumulto de la batalla, "con revolcamiento de vestidura en sangre" (Isaías 9: 5), han concluido. Sólo se oyen ahora voces de oración, llanto y lamentación. De las bocas que se mofaban poco antes, estalla el grito: "El gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme?" Los impíos piden ser sepultados bajo las rocas de las montañas, antes que ver la cara de Aquel a quien han despreciado y rechazado.

Conocen esa voz que penetra hasta el oído de los muertos. ¡Cuántas veces sus tiernas y quejumbrosas modulaciones no los han llamado al arrepentimiento! ¡Cuántas veces no ha sido oída en las conmovedoras exhortaciones de un amigo, de un hermano, de un Redentor! Para los que rechazaron su gracia, ninguna otra podría estar tan llena de condenación ni tan cargada de acusaciones, como esta voz que tan a menudo exhortó con estas palabras: "Volveos, volveos de vuestros caminos malos, pues ¿por qué moriréis?" (Ezequiel 33: 11, V.M.) ¡Oh, si sólo fuera para ellos la voz de un extraño! Jesús dice: "Por cuanto llamé, y no quisisteis; extendí mi mano, y no hubo quien escuchase; antes desechasteis todo consejo mío, y mi reprensión no quisisteis." (Proverbios 1: 24, 25.) Esa voz despierta recuerdos que ellos quisieran borrar, de avisos despreciados, invitaciones rechazadas, privilegios desdeñados.

Allí están los que se Allí están los que se mofaron de Cristo en su humillación.mofaron de Cristo en su humillación. Con fuerza penetrante acuden a su mente las palabras del Varón de dolores, cuando, conjurado por el sumo sacerdote, declaró solemnemente: "Desde ahora habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo." (S. Mateo 26: 64.) Ahora le ven en su gloria, y deben verlo aún sentado a la diestra del poder divino.
Los que pusieron en ridículo su aserto de ser el Hijo de Dios enmudecen ahora. Allí está el altivo Herodes que se burló de su título real y mandó a los soldados escarnecedores que le coronaran. Allí están los hombres mismos que con manos impías pusieron sobre su cuerpo el manto de grana, sobre sus sagradas sienes la corona de espinas y en su dócil mano un cetro burlesco, y se inclinaron ante él con burlas de blasfemia. Los hombres que golpearon y escupieron al Príncipe de la vida, tratan de evitar ahora su mirada penetrante y de huir de la gloria abrumadora de su presencia. Los que atravesaron con clavos sus manos y sus pies, los soldados que le abrieron el costado, consideran esas señales con terror y remordimiento.
Los sacerdotes y los escribas recuerdan los acontecimientos del Calvario con claridad aterradora. Llenos de horror recuerdan cómo, moviendo sus cabezas con arrebato satánico, exclamaron: "A otros salvó, a sí mismo no puede salvar: si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere." (S. Mateo 27: 42, 43.)
Recuerdan a lo vivo la parábola de los labradores que se negaron a entregar a su señor los frutos de la viña, que maltrataron a sus siervos y mataron a su hijo. También recuerdan la sentencia que ellos mismos pronunciaron: "A los malos destruirá miserablemente" el señor de la viña. Los sacerdotes y escribas ven en el pecado y en el castigo de aquellos malos labradores su propia conducta y su propia y merecida suerte. Y entonces se levanta un grito de agonía mortal. Más fuerte que los gritos de "¡Sea crucificado! ¡Sea crucificado!" que resonaron por las calles de Jerusalén, estalla el clamor terrible y desesperado: "¡Es el Hijo de Dios! ¡Es el verdadero Mesías!" Tratan de huir de la presencia del Rey de reyes. En vano tratan de esconderse en las hondas cuevas de la tierra desgarrada por la conmoción de los elementos.

En la vida de todos los que rechazan la verdad, hay momentos en que la conciencia se despierta, en que la memoria evoca  el recuerdo aterrador de una vida de hipocresía, y el alma se siente atormentada de vanos pesares. Mas ¿qué es eso comparado con el remordimiento que se experimentará aquel día "cuando viniere cual huracán vuestro espanto, y vuestra calamidad, como torbellino" ? (Proverbios 1: 27, V.M.) Los que habrían querido matar a Cristo y a su pueblo fiel son ahora testigos de la gloria que descansa sobre ellos. En medio de su terror oyen las voces de los santos que exclaman en unánime júbilo: "¡He aquí éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará!" ( Isaías 25: 9. )

Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: "¡Despertaos, despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!" Por toda la superficie de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán. Y toda la tierra repercutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Corintios 15: 55.) Y los justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de victoria.

Todos salen de sus tumbas de igual estatura que cuando en ellas fueran depositados.Todos salen de sus tumbas de igual estatura que cuando en ellas fueran depositados. Adán, que se encuentra entre la multitud resucitada, es de soberbia altura y formas majestuosas, de porte poco inferior al del Hijo de Dios. Presenta un contraste notable con los hombres de las generaciones posteriores; en este respecto se nota la gran degeneración de la raza humana. Pero todos se levantan con la lozanía y el vigor de eterna juventud. Al principio, el hombre fue creado a la semejanza de Dios, no sólo en carácter, sino también en lo que se refiere a la forma y a la fisonomía. El pecado borró e hizo desaparecer casi por completo la imagen divina; pero  Cristo vino a restaurar lo que se había malogrado. El transformará nuestros cuerpos viles y los hará semejantes a la imagen de su cuerpo glorioso. La forma mortal y corruptible, desprovista de gracia, manchada en otro tiempo por el pecado, se vuelve perfecta, hermosa e inmortal. Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba. Reintegrados en su derecho al árbol de la vida, en el desde tanto tiempo perdido Edén, los redimidos crecerán hasta alcanzar la estatura perfecta de la raza humana en su gloria primitiva. Las últimas señales de la maldición del pecado serán quitadas, y los fieles discípulos de Cristo aparecerán en "la hermosura de Jehová nuestro Dios," reflejando en espíritu, cuerpo y alma la imagen perfecta de su Señor. ¡Oh maravillosa redención, tan descrita y tan esperada, contemplada con anticipación febril, pero jamás enteramente comprendida!

Los justos vivos son mudados Los justos vivos son mudados "en un momento, en un abrir de ojo." A la voz de Dios fueron glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos resucitados son arrebatados para recibir a Cristo su Señor en los aires. Los ángeles "juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro." Santos ángeles llevan niñitos a los brazos de sus madres. Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad de Dios.
En cada lado del carro nebuloso hay alas, y debajo de ellas, ruedas vivientes; y mientras el carro asciende las ruedas gritan: "¡Santo!" y las alas, al moverse, gritan: "¡Santo!" y el cortejo de los ángeles exclama: "¡Santo, santo, santo, es el Señor Dios, el Todopoderoso!" Y los redimidos exclaman: "¡Aleluya!" mientras el carro se adelanta hacia la nueva Jerusalén.

Antes de entrar en la ciudad de Dios, el Salvador confiere a sus discípulos los emblemas de la victoria, y los cubre con las insignias de su dignidad real. Las huestes resplandecientes son dispuestas en forma de un cuadrado hueco en derredor de su Rey, cuya majestuosa estatura sobrepasa en mucho a la de los  santos y de los ángeles, y cuyo rostro irradia amor benigno sobre ellos. De un cabo a otro de la innumerable hueste de los redimidos, toda mirada está fija en él, todo ojo contempla la gloria de Aquel cuyo aspecto fue desfigurado "más que el de cualquier hombre, y su forma más que la de los hijos de Adam."
Sobre la cabeza de los vencedores, Jesús coloca con su propia diestra la corona de gloria. Cada cual recibe una corona que lleva su propio "nombre nuevo" (Apocalipsis 2:17), y la inscripción: "Santidad a Jehová." A todos se les pone en la mano la palma de la victoria y el arpa brillante. Luego que los ángeles que mandan dan la nota, todas las manos tocan con maestría las cuerdas de las arpas, produciendo dulce música en ricos y melodiosos acordes. Dicha indecible estremece todos los corazones, y cada voz se eleva en alabanzas de agradecimiento. "Al que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su Padre; a él sea gloria e imperio para siempre jamás." (Apocalipsis 1: 5, 6.)

Delante de la multitud de los redimidos se encuentra la ciudad santa. Jesús abre ampliamente las puertas de perla, yVenid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. entran por ellas las naciones que guardaron la verdad. Allí contemplan el paraíso de Dios, el hogar de Adán en su inocencia. Luego se oye aquella voz, más armoniosa que cualquier música que haya acariciado jamás el oído de los hombres, y que dice: "Vuestro conflicto ha terminado." "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo."
Entonces se cumple la oración del Salvador por sus discípulos: "Padre, aquellos que me has dado. quiero que donde yo estoy, ellos estén también conmigo." A aquellos a quienes rescató con su sangre, Cristo los presenta al Padre "delante de su gloria irreprensibles, con grande alegría" (S. Judas 24, V.M.), diciendo: "¡Heme aquí a mí, y a los hijos que me diste!" "A los que me diste, yo los guardé." ¡Oh maravillas  del amor redentor! ¡qué dicha aquella cuando el Padre eterno, al ver a los redimidos verá su imagen, ya desterrada la discordia del pecado y sus manchas quitadas, y a lo humano una vez más en armonía con lo divino!
Con amor inexpresable, Jesús admite a sus fieles "en el gozo de su Señor." El Salvador se regocija al ver en el reino de gloria las almas que fueron salvadas por su agonía y humillación. Y los redimidos participarán de este gozo, al contemplar entre los bienvenidos a aquellos a quienes ganaron para Cristo por sus oraciones, sus trabajos y sacrificios de amor. Al reunirse en torno del gran trono blanco, indecible alegría llenará sus corazones cuando noten a aquellos a quienes han conquistado para Cristo, y vean que uno ganó a otros, y éstos a otros más, para ser todos llevados al puerto de descanso donde depositarán sus coronas a los pies de Jesús y le alabarán durante los siglos sin fin de la eternidad.

Cuando se da la bienvenida a los redimidos en la ciudad de Dios, un grito triunfante de admiración llena los aires. Los dos Adanes están a punto de encontrarse. El Hijo de Dios está en pie con los brazos extendidos para recibir al padre de nuestra raza al ser que él creó, que pecó contra su Hacedor, y por cuyo pecado el Salvador lleva las señales de la crucifixión. Al distinguir Adán las cruentas señales de los clavos, no se echa en los brazos de su Señor, sino que se prosterna humildemente a sus pies, exclamando: "¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado!" El Salvador lo levanta con ternura, y le invita a contemplar nuevamente la morada edénica de la cual ha estado desterrado por tanto tiempo.
Después de su expulsión del Edén, la vida de Adán en la tierra estuvo llena de pesar. Cada hoja marchita, cada víctima ofrecida en sacrificio, cada ajamiento en el hermoso aspecto de la naturaleza, cada mancha en la pureza del hombre, le volvían a recordar su pecado. Terrible fue la agonía del remordimiento cuando noto que aumentaba la iniquidad, y que en contestación a sus advertencias, se le tachaba de ser él mismo  causa del pecado. Con paciencia y humildad soportó, por cerca de mil años, el castigo de su transgresión. Se arrepintió sinceramente de su pecado y confió en los méritos del Salvador prometido, y murió en la esperanza de la resurrección. El Hijo de Dios reparó la culpa y caída del hombre, y ahora, merced a la obra de propiciación, Adán es restablecido a su primitiva soberanía.

Transportado de dicha, contempla los árboles que hicieron una vez su delicia -los mismos árboles cuyos frutos recogiera en los días de su inocencia y dicha. Ve las vides que sus propias manos cultivaron, las mismas flores que se gozaba en cuidar en otros tiempos. Su espíritu abarca toda la escena; comprende que éste es en verdad el Edén restaurado y que es mucho más hermoso ahora que cuando él fue expulsado. El Salvador le lleva al árbol de la vida, toma su fruto glorioso y se lo ofrece para comer. Adán mira en torno suyo y nota a una multitud de los redimidos de su familia que se encuentra en el paraíso de Dios. Entonces arroja su brillante corona a los pies de Jesús, y, cayendo sobre su pecho, abraza al Redentor. Toca luego el arpa de oro, y por las bóvedas del cielo repercute el canto triunfal: "¡Digno, digno, digno es el Cordero, que fue inmolado y volvió a vivir!" La familia de Adán repite los acordes y arroja sus coronas a los pies del Salvador, inclinándose ante él en adoración.

Presencian esta reunión los ángeles que lloraron por la caída de Adán y se regocijaron cuando Jesús, una vez resucitado, ascendió al cielo después de haber abierto el sepulcro para todos aquellos que creyesen en su nombre. Ahora contemplan el cumplimiento de la obra de redención y unen sus voces al cántico de alabanza.

Delante del trono, sobre el mar de cristal, -ese mar de vidrio que parece revuelto con fuego por lo mucho que resplandece con la gloria de Dios- hállase reunida la compañía de los que salieron victoriosos "de la bestia, y de su imagen, y de su señal, y del número de su nombre." Con el Cordero en el  monte de Sión, "teniendo las arpas de Dios," están en pie los ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los hombres; se oye una voz, como el estruendo de muchas aguas y como el estruendo de un gran trueno, "una voz de tañedores de arpas que tañían con sus arpas." Cantan "un cántico nuevo" delante del trono, un cántico que nadie podía aprender sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil. Es el cántico de Moisés y del Cordero, un canto de liberación. Ninguno sino los ciento cuarenta y cuatro mil pueden aprender aquel cántico, pues es el cántico de su experiencia -una experiencia que ninguna otra compañía ha conocido jamás.
Son Son "éstos, los que siguen al Cordero por donde quiera que fuere." Habiendo sido trasladados de la tierra, de entre los vivos, son contados por "primicias para Dios y para el Cordero." (Apocalipsis 15: 2, 3; 14: 1-5.) "Estos son los que han venido de grande tribulación;" han pasado por el tiempo de angustia cual nunca ha sido desde que ha habido nación; han sentido la angustia del tiempo de la aflicción de Jacob; han estado sin intercesor durante el derramamiento final de los juicios de Dios. Pero han sido librados, pues "han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero." "En sus bocas no ha sido hallado engaño; están sin mácula" delante de Dios. "Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono tenderá su pabellón sobre ellos." (Apocalipsis 7: 14, 15.) Han visto la tierra asolada con hambre y pestilencia, al sol que tenía el poder de quemar a los hombres con un intenso calor, y ellos mismos han soportado padecimientos, hambre y sed. Pero "no tendrán más hambre, ni sed, y el sol no caerá sobre ellos, ni otro ningún calor. Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes vivas de aguas: y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos." (Apocalipsis 7: 14-17.)

En todo tiempo, los elegidos del Señor fueron educados y disciplinados en la escuela de la prueba. Anduvieron en los senderos angostos de la tierra; fueron purificados en el horno  de la aflicción. Por causa de Jesús sufrieron oposición, odio y calumnias. Le siguieron a través de luchas dolorosas; se negaron a sí mismos y experimentaron amargos desengaños. Por su propia dolorosa experiencia conocieron los males del pecado, su poder, la culpabilidad que entraña y su maldición; y lo miran con horror. Al darse cuenta de la magnitud del sacrificio hecho para curarlo, se sienten humillados ante sí mismos, y sus corazones se llenan de una gratitud y alabanza que no pueden apreciar los que nunca cayeron. Aman mucho porque se les ha perdonado mucho. Habiendo participado de los sufrimientos de Cristo, están en condición de participar de su gloria.
Los herederos de Dios han venido de buhardillas, chozas, cárceles, cadalsos, montañas, desiertos, cuevas de la tierra, y de las cavernas del mar. En la tierra fueron "pobres, angustiados, maltratados." Millones bajaron a la tumba cargados de infamia, porque se negaron terminantemente a ceder a las pretensiones engañosas de Satanás. Los tribunales humanos los sentenciaron como a los más viles criminales. Pero ahora "Dios es el juez." (Salmo 50:6.) Ahora los fallos de la tierra son invertidos. "Quitará la afrenta de su pueblo." (Isaías 25: 8.) "Y llamarles han Pueblo Santo, Redimidos de Jehová." El ha dispuesto "darles gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar del luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado." (Isaías 62: 12; 61: 3.) Ya no seguirán siendo débiles, afligidos, dispersos y oprimidos. De aquí en adelante estarán siempre con el Señor. Están ante el trono, más ricamente vestidos que jamás lo fueron los personajes más honrados de la tierra. Están coronados con diademas más gloriosas que las que jamás ciñeron los monarcas de la tierra. Pasaron para siempre los días de sufrimiento y llanto. El Rey de gloria ha secado las lágrimas de todos los semblantes; toda causa de pesar ha sido alejada. Mientras agitan las palmas, dejan oír un canto de alabanza, claro, dulce y armonioso; cada voz se une a la melodía, hasta que entre las bóvedas del cielo repercute el clamor: "Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el  trono, y al Cordero." "Amén: La bendición y la gloria y la sabiduría, y la acción de gracias y la honra y la potencia y la fortaleza, sean a nuestro Dios para siempre jamás." (Apocalipsis 7: 10, 12. )

En esta vida, podemos apenas empezar a comprender el tema maravilloso de la redención. Con nuestra inteligencia limitada podemos considerar con todo fervor la ignominia y la gloria, la vida y la muerte, la justicia y la misericordia que se tocan en la cruz; pero ni con la mayor tensión de nuestras facultades mentales llegamos a comprender todo su significado. La largura y anchura, la profundidad y altura del amor redentor se comprenden tan sólo confusamente. El plan de la redención no se entenderá por completo ni siquiera cuando los rescatados vean como serán vistos ellos mismos y conozcan como serán conocidos; pero a través de las edades sin fin, nuevas verdades se desplegarán continuamente ante la mente admirada y deleitada. Aunque las aflicciones, las penas y las tentaciones terrenales hayan concluido, y aunque la causa de ellas haya sido suprimida, el pueblo de Dios tendrá siempre un conocimiento claro e inteligente de lo que costó su salvación.

La cruz de Cristo será la ciencia y el canto de los redimidos durante toda la eternidad.La cruz de Cristo será la ciencia y el canto de los redimidos durante toda la eternidad. En el Cristo glorificado, contemplarán al Cristo crucificado. Nunca olvidarán que Aquel cuyo poder creó los mundos innumerables y los sostiene a través de la inmensidad del espacio, el Amado de Dios, la Majestad del cielo, Aquel a quien los querubines y los serafines resplandecientes se deleitan en adorar -se humilló para levantar al hombre caído; que llevó la culpa y el oprobio del pecado, y sintió el ocultamiento del rostro de su Padre, hasta que la maldición de un mundo perdido quebrantó su corazón y le arrancó la vida en la cruz del Calvario. El hecho de que el Hacedor de todos los mundos, el Árbitro de todos los destinos, dejase su gloria y se humillase por amor al hombre, despertará eternamente la admiración y adoración del universo. Cuando las naciones de los salvos miren a su Redentor y vean la gloria eterna del Padre brillar en su rostro; cuando contemplen su trono, que es desde la eternidad hasta la eternidad, y sepan que su reino no tendrá fin, entonces prorrumpirán en un cántico de júbilo: "¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado, y nos ha redimido para Dios con su propia preciosísima sangre!"
El misterio de la cruz explica todos los demás misterios. A la luz que irradia del Calvario, los atributos de Dios que nos llenaban de temor respetuoso nos resultan hermosos y atractivos. Se ve que la misericordia, la compasión y el amor paternal se unen a la santidad, la justicia y el poder. Al mismo tiempo que contemplamos la majestad de su trono, tan grande y elevado, vemos su carácter en sus manifestaciones misericordiosas y comprendemos, como nunca antes, el significado del apelativo conmovedor: "Padre nuestro."
Se echará de ver que Aquel cuya sabiduría es infinita no hubiera podido idear otro plan para salvarnos que el del sacrificio de su Hijo. La compensación de este sacrificio es la dicha de poblar la tierra con seres rescatados, santos, felices e inmortales. El resultado de la lucha del Salvador contra las potestades de las tinieblas es la dicha de los redimidos, la cual contribuirá a la gloria de Dios por toda la eternidad. Y tal es el valor del alma, que el Padre está satisfecho con el precio pagado; y Cristo mismo, al considerar los resultados de su gran sacrificio, no lo está menos.