En esto Creemos | 28 Ensenanzas Biblicas de los Adventistas del 7mo. Dia | PPTs y Aplicaciones
La Iglesia Adventista del Séptimo Día mundial, a través del estudio minucioso de la Santa Biblia, ha definido 28 creencias fundamentales, que nosotros como Adventistas del séptimo día creemos fielmente.
En esta ocasión les compartimos este valioso material, un resumen con bases bíblicas de las 28 creencias, las presentaciones en Power Point de las 28 creencias, una aplicación Interactiva de las 28 creencias, con diapositivas dinámicas, sermones, estudios bíblicos y otros materiales.
Como Adventistas del 7mo. Día, es necesaria la lectura de este libro para comprender bien nuestras 28 creencias.
Portada de una de las creencias
Descarga aquí los PPTs de las 28 Creencias:
I. LA DOCTRINA DE DIOS
1. Las Sagradas Escrituras.
2. La Trinidad.
3. EI Padre.
4. El Hijo.
5. El Espíritu Santo.
II. LA DOCTRINA DEL HOMBRE
6. La creación.
7. La naturaleza del hombre.
III. LA DOCTRINA DE LA SALVACION
8. El gran conflicto.
9. La vida, muerte y resurrección de Cristo.
10. La experiencia de la salvación.
IV. LA DOCTRINA DE LA IGLESIA
11. Crecimiento en Cristo.
12. La iglesia.
13. El remanente y su misión.
14. La unidad del cuerpo de Cristo.
15. El bautismo.
16. La Cena del Señor.
17. Los dones y ministerios espirituales.
18. El don de profecía.
V. LA DOCTRINA DE LA VIDA CRISTIANA
19. La ley de Dios.
20. El sábado.
21. La mayordomía.
22. Conducta cristiana.
VI. LA DOCTRINA DE LOS ACONTECIMIENTOS FINALES
23. El matrimonio y la familia.
24. El ministerio de Cristo en el santuario celestial.
25. La segunda venida de Cristo.
26. La muerte y la resurrección.
27. El milenio y el fin del pecado.
28. La tierra nueva.
Descarga aquí las 28 Creencias completo en PPT
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Aplicación Interactiva de las 28 Creencias
También les dejamos esta aplicación que integra diversas diapositivas dinámicas sobre las 28 creencias, junto con otros recursos tales como sermones, estudios bíblicos, entre otros materiales, todo en una aplicación de escritorio, con un menú accesible.
Portada de la aplicación
Menú de opciones para ver las 28 creencias
Descarga aquí
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Resumen de las 28 Creencias de los Adventista del 7mo. Día
Los Adventistas del Séptimo Día aceptan la Biblia como su única regla
de fe y apoyo seguro de las creencias fundamentales siendo éstas
enseñanzas de las Santas Escrituras. Estas creencia, como se recogen más
adelante, constituyen la comprensión de la enseñanza de la Escritura.
La revisión de estas declaraciones pueden ser hechas en el Congreso
Mundial de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo
Día, cada cinco años, cuando la Iglesia es dirigida por el Espíritu
Santo a una comprensión más completa de la verdad bíblica o si encuentra
una mejor forma de expresar las enseñanzas de la Santa Palabra de Dios.
1. Las Santas Escrituras
Las Santas Escrituras, el Antiguo y el Nuevo Testamento, son la
Palabra de Dios escrita, dada por inspiración divina por intermedio de
santos hombres de Dios que hablaron y escribieron al ser movidos por el
Espíritu Santo. En esta Palabra, Dios ha transmitido al ser humano el
conocimiento necesario para la Salvación. Las Santas Escrituras son la
infalible revelación de la voluntad divina. Son la norma para el
carácter, la prueba de la experiencia, la revelación autorizada de
doctrinas, y el registro confiable de la actuación de Dios en la
historia.
2 Pedro 1:20 y 21; 2 Timoteo 3:16 y 17; Salmo 119:105;
Proverbios 30:5 y 6; Isaías 8:20; Juan 10:35; Juan 17:17; 1
Tesalonicenses 2:13; Hebreos 4:12.
2. La Trinidad
Hay un solo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, una unidad de tres
Personas coeternas. Dios es inmortal, omnipotente, omnisciente, por
encima de todo (trascendente), y siempre presente. Es infinito y está
más allá de la comprensión humana, aunque es conocido por su revelación
de sí mismo. Es eternamente digno de alabanza, adoración y servicio por
toda la creación.
Deuteronomio 6:4; Deuteronomio 29:29; Mateo 28:19; 2
Corintios 13:14; Efesios 4:4-6; 1 Pedro 1:2; 1 Timoteo 1:17; Apocalipsis
14:6 y 7.
3. Dios Padre
Dios, el Eterno Padre, es el Creador, el Originador, el Sustentador y
el Soberano de toda la creación. Él es justo y santo, misericordioso y
clemente, tardo en airarse, y grande en constante amor y fidelidad. Las
cualidades y poderes mostrados en el Hijo y en el Espíritu Santo son,
también, revelaciones del Padre.
Génesis 1:1; Apocalipsis 4:11; 1 Corintios 15:28; Juan 3:16; 1 Juan 4:8; 1 Timoteo 1:17: Éxodo 34:6 y 7; Juan 14:9.
4. Dios Hijo
Dios, el Hijo Eterno, se encarnó en Jesucristo. Por medio de Él todas
las cosas fueron creadas, se revela el carácter de Dios, se consuma la
salvación de la humanidad y es juzgado el mundo. Verdadero Dios por
siempre, también llegó a ser verdaderamente hombre, Jesús el Cristo. Fue
concebido por el Espíritu Santo, y nació de la virgen María. Vivió y
experimentó la tentación como ser humano, y ejemplificó perfectamente la
justicia y el amor de Dios. A través de sus milagros demostró el poder
de Dios y fue atestiguado como el Mesías prometido por Dios. Jesús
sufrió y murió voluntariamente en la cruz en nuestro lugar por nuestros
pecados, fue resucitado de entre los muertos y ascendió para ministrar
en el santuario celestial en nuestro favor. Vendrá de nuevo en gloria
para la liberación final de Su pueblo y la restauración de todas las
cosas.
Juan 1:1-3 y14; Colosenses 1:15-19; Juan 10:30; Juan 14:9;
Romanos 5:18; Romanos 6:23; 2 Corintios 5:17-19; Juan 5:22; Lucas 1:35;
Filipenses 2:5-11; Hebreos 2:9-18; 1 Corintios 15:3 y 4; Hebreos 4:15;
Hebreos 7:25; Hebreos 8:1 y 2; Hebreos 9:28; Juan 14:1-3; 1 Pedro 2:21;
Apocalipsis 22:20.
5. Dios Espíritu Santo
Dios, el Espíritu Santo, desempeñó una parte activa con el Padre y el
Hijo en la Creación, encarnación y redención. Inspiró a los escritores
de las Escrituras. Llenó la vida de Cristo con poder. Llama y convence a
los seres humanos; y a aquellos que le responden, les renueva y
transforma a la imagen de Dios. Enviado por el Padre y por el Hijo para
permanecer para siempre con sus hijos, concede dones espirituales a la
Iglesia, la capacita para dar testimonio de Cristo, y en armonía con las
Escrituras, la guía a toda verdad.
Génesis 1:1 y 2; Lucas 1:35; Lucas 4:18; Hechos 10:38; 2
Pedro 1:21; 2 Corintios 3:18; Efesios 4:11 y 12; Hechos 1:8; Juan
14:16-18 y 26; Juan 15:26 y 27; Juan 16:7-13.
6. La Creación
Dios es el Creador de todas las cosas, y ha revelado en las
Escrituras el auténtico relato de Su actividad creadora. En seis días el
Señor hizo “el cielo y la Tierra” y todo lo que tiene vida sobre la
Tierra, y descansó el séptimo día de esa primera semana. De este modo
estableció el Sábado como un memorial permanente de su trabajo creativo
completo. El primer hombre y la primera mujer fueron creados a la imagen
de Dios como coronación de la Creación, se les dio dominio sobre el
mundo y se les dio la responsabilidad de cuidarlo. Cuando el mundo fue
terminado, era “muy bueno”, anunciando así la gloria de Dios.
Génesis 1 y 2; Éxodo 20:8-11; Salmo 19:1-6; Salmo 33:6 y 9; Salmo 104; Hebreos 11:3; Juan 1:1-3; Colosenses 1:16 y 17.
7. La Naturaleza del Hombre
El hombre y la mujer fueron formados a imagen de Dios con
individualidad, con el poder y la libertad de pensar y actuar. Aunque
fueron creados como seres libres, cada uno es una unidad indivisible de
cuerpo, mente y espíritu, dependientes de Dios para la vida, el aliento y
todo lo demás. Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios,
negaron su dependencia de Él y cayeron de su elevada posición bajo Dios.
La imagen de Dios en ellos fue desfigurada, pasando a estar sujetos a
la muerte. Sus descendientes comparten esa naturaleza caída y sus
consecuencias. Nacen con las debilidades y tendencias al mal. Pero Dios
en Cristo reconcilió consigo al mundo y a través de su Santo Espíritu
restaura en los mortales penitentes la imagen de su Hacedor. Creados
para la gloria de Dios, son llamados a amarle y amarse los unos a los
otros, y cuidar del medio ambiente.
Génesis 1:26-28; Génesis 2:7; Salmo 8:4-8; Hechos 17:24-28;
Génesis 3; Salmo 51:5; Romanos 5:12-17; 2 Corintios 5:19 y 20; Salmo
51:10; 1 Juan 4:7-8, 11, 20; Génesis 2:15.
8. El Gran Conflicto
Toda la humanidad está involucrada en un gran conflicto entre Cristo y
Satanás, en cuanto al carácter de Dios, su Ley y su soberanía sobre el
Universo. Ese conflicto se originó en el Cielo, cuando un ser creado,
dotado de libertad de elección, por exaltación propia se convirtió en
Satanás, el adversario de Dios, y guió a la rebelión a una parte de los
ángeles. Él introdujo el espíritu de rebelión en este mundo cunado
indujo a Adán y Eva a pecar. El pecado de la humanidad distorsionó la
imagen de Dios en el ser humano, el desorden en el mundo creado y su
eventual devastación en el momento del diluvio mundial. Observado por
toda la Creación, este mundo se convirtió en el escenario del conflicto
universal, del cual será finalmente reivindicado el Dios de amor. Para
asistir a su pueblo en esta controversia, Cristo envía su Santo Espíritu
y ángeles leales para guiar, proteger, y sostenerlos en el camino de la
Salvación.
Apocalipsis 12:4-9; Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:12-18;
Génesis 3; Romanos 1:19-32; Romanos 5:19-21; Romanos 8:19-22; Génesis
6-8; 2 Pedro 3:6; 1 Corintios 4:9; Hebreos 1:14.
9. Vida, Muerte y Resurrección de Cristo
En la vida de Cristo, de perfecta obediencia a la voluntad de Dios,
en su sufrimiento, muerte y resurrección, Dios proveyó el único medio de
expiación del pecado humano, de modo que los que aceptan por fe esa
expiación, puedan tener vida eterna, y toda la Creación comprenda mejor
el infinito y santo amor del Creador. Esta perfecta expiación vindica la
justicia de la ley de Dios y la gracia de su carácter; ya que a la
misma vez, condena nuestros pecados, y hace provisión para nuestro
perdón. La muerte de Cristo es sustitutoria y expiatoria, reconciliando y
transformando. La resurrección de Cristo proclama el triunfo de Dios
sobre las fuerzas del mal, y para aquellos que aceptan la expiación les
asegura la victoria final sobre el pecado y la muerte. Declara el
señorío de Jesucristo, ante quien se doblará toda rodilla en el cielo y
en la Tierra.
Juan 3:16; Isaías 53; 1 Pedro 2:21-22; 1 Corintios 15:3-4,
20-22; 2 Corintios 5:14-15, 19-21; Romanos 1:4; Romanos 3:25; Romanos
4:25; Romanos 8:3-4; 1 Juan 2:2; 1 Juan 4:10; Colosenses 2:15;
Filipenses 2:6-11.
10. La Experiencia de la Salvación
En infinito amor y misericordia, Dios permitió que Cristo, quien no
conoció pecado, se convirtiese en pecado por nosotros, para que en Él
fuésemos hechos justicia de Dios. Guiados por el Espíritu Santo sentimos
nuestra necesidad, reconocemos nuestra pecaminosidad, nos arrepentimos
de nuestras transgresiones y ejercemos fe en Jesús como Señor y Cristo,
como Sustituto y Ejemplo. Esta fe que recibe la salvación, viene a
través del poder de la Palabra y es el don de la gracia de Dios. Por
medio de Cristo somos justificados, adoptados como hijos e hijas de Dios
y libertados del dominio del pecado. Por medio del Espíritu, nacemos de
nuevo y somos justificados.; el Espíritu renueva nuestra mente, escribe
la ley de amor de Dios en nuestro corazón y se nos da el poder de vivir
una vida santa. Permaneciendo en Él, llegamos a ser participantes de la
naturaleza divina y tenemos la seguridad de la salvación, ahora y en el
Juicio.
2 Corintios 5:17-21; Juan 3:16; Gálatas 1:4; Gálatas 4:4-7;
Tito 3:3-7; Juan 16:8; Gálatas 3:13-14; 1 Pedro 2:21-22; Romanos 10:17;
Lucas 17:5; Marcos 9:23-24; Efesios 2:5-10; Romanos 3:21-26; Colosenses
1:13-14; Romanos 8:14-17; Gálatas 3:26; Juan 3:3-8; 1 Pedro 1:23;
Romanos 12:2; Hebreos 8:7-12; Ezequiel 36:25-27; 2 Pedro 1:3-4; Romanos
8:1-4; Romanos 5:6-10.
11. Creciendo en Cristo
Por su muerte en la cruz Jesús triunfó sobre las fuerzas del mal.
Aquél que subyugó los espíritus demoníacos durante su ministerio
terrenal ha quebrantado su poder y aseguró su destino final. La victoria
de Jesús nos da victoria sobre las fuerzas del mal que aún buscan
controlarnos, mientras caminamos con él en paz, gozo y la seguridad de
su amor. Ahora el Espíritu Santo mora en nosotros y nos da fortaleza.
Continuamente comprometidos con Jesús como nuestro Salvador y Señor,
somos liberados de las cargas de nuestros actos pasados. Ya no moramos
más en la oscuridad, miedo de los poderes malignos, ignorancia y el
sinsentido de nuestra anterior forma de vivir. En esta nueva libertad en
Jesús, somos llamados a crecer en la semejanza de su carácter,
comunicándonos cada día con Él en oración, alimentándonos de su Palabra,
meditando en ella y en su providencia, cantando alabanzas, reuniéndonos
para adorar, y participando en la misión de la Iglesia. Mientras nos
damos a nosotros mismos en amoroso servicio hacia los que nos rodean y
testimoniando acerca de su Salvación, su presencia constante con
nosotros a través del Espíritu transforma cada momento y cada tarea en
una experiencia espiritual.
Salmo 1:1-2; Salmo 23:4; Salmo 77:11-12; Colosenses 1:13-14;
Colosenses 2:6, 14, 15; Lucas 10:17-20; Efesios 5:19-20; Efesios
6:12-18; 1 Tesalonicenses 5:23; 2 Pedro 2:9; 2 Pedro 3:18; 2 Corintios
3:17-18; Filipenses 3:7-14; 1 Tesalonicenses 5:16-18; Mateo 20:25-28;
Juan 20:21; Gálatas 5:22-25; Romanos 8:38-39; 1 Juan 4:4; Hebreos 10:25.
12. La Iglesia
La Iglesia es la comunidad de creyentes que confiesan a Jesucristo
como Señor y Salvador. En continuidad con el pueblo de Dios en los
tiempos del Antiguo Testamento, somos llamados a salir del mundo; y nos
unimos unimos para adorar, en fraternidad, para instrucción en la
Palabra, para celebrar la Cena del Señor, para servir a toda la
humanidad y para la proclamación mundial del Evangelio. La autoridad de
la Iglesia deriva de Cristo, quien es la Palabra encarnada, y de las
Escrituras, que son la Palabra escrita. La Iglesia es la familia de
Dios, adoptados por Él como sus hijos e hijas. Sus miembros viven
fundamentados en el nuevo pacto. La Iglesia es el cuerpo de Cristo, una
comunidad de fe de quien Cristo mismo es la cabeza. La iglesia es la
esposa por la que Cristo murió para poder santificarla y limpiarla. En
su regreso triunfante, se la presentará a sí mismo como una iglesia
gloriosa, la fiel de todas las épocas, la compra de su sangre, sin
mancha ni arruga, sino santa y sin tacha.
Génesis 12:3; Hechos 7:38; Efesios 4:11-15; Efesios 3:8-11;
Mateo 28:19-20; Mateo 16:13-20; Mateo 18:18; Efesios 2:19-22; Efesios
1:22-23; Efesios 5:23-27; Colosenses 1:17-18.
13. El Remanente y su Misión
La Iglesia universal se compone de todos los que verdaderamente creen
en Cristo; pero, en los últimos días, en tiempo de extendida apostasía,
ha sido llamado un remanente a fin de guardar los mandamientos de Dios y
la fe de Jesús. Este remanente anuncia la llegada de la hora del
Juicio, proclama la salvación por medio de Cristo y anuncia la
proximidad de Su segundo advenimiento. Esta proclamación está
simbolizada por los tres ángeles de Apocalipsis 14; coincide con la obra
de juicio en el cielo, y trae como resultado el arrepentimiento y
reforma sobre la Tierra. Cada creyente es llamado a tener una parte en
esta testificación mundial.
Apocalipsis 12:17; Apocalipsis 14:6-12; Apocalipsis 18:1-4; 2
Corintios 5:10; Judas 1:3, 14; 1 Pedro 1:16-19; 2 Pedro 3:10-14;
Apocalipsis 21:1-14.
14. Unidad en el Cuerpo de Cristo
La Iglesia es un cuerpo con muchos miembros, llamados de toda nación,
tribu, lengua y pueblo. En Cristo somos una nueva creación; las
diferencias de raza, cultura, educación, y nacionalidad, y las
diferencias entre clases, ricos y pobres, hombre y mujer, no deben ser
divisorias entre nosotros. Todos somos iguales en Cristo., quien a
través de un Espíritu nos ha unido en una fraternidad con Él y los unos
con los otros; tenemos que servir y ser servidos imparcialmente y sin
reservas. Mediante la revelación de Jesucristo en las Escrituras,
compartimos la misma fe y esperanza y extendemos un solo testimonio para
todos. Esta unidad encuentra su fuente en la unidad del Dios trino y
uno, que nos adoptó como Sus hijos.
Romanos 12:4-5; 1 Corintios 12:12-14; Mateo 28:19-20; Salmo
133:1; 2 Corintios 5:16-17; Hechos 17:26-27; Gálatas 3:27-29; Colosenses
3:10-15; Efesios 4:14-16; Efesios 4:1-6; Juan 17:20-23.
15. El Bautismo
Por el bautismo confesamos nuestra fe en la muerte y en la
resurrección de Jesucristo y testimoniamos nuestra muerte al pecado y
nuestro propósito de andar en novedad de vida. De este modo aceptamos a
Cristo como nuestro Señor y Salvador, llegamos a pertenecer a su pueblo,
y somos aceptados como miembros por Su Iglesia. El bautismo es un
símbolo de nuestra unión con Cristo, el perdón de nuestros pecados y
nuestra recepción del Espíritu Santo. Es por inmersión en agua y es
contingente sobre una afirmación de fe en Jesús y evidencia de
arrepentimiento del pecado. Tiene lugar tras la instrucción en las
Santas Escrituras y la aceptación de sus enseñanzas.
Romanos 6:1-6; Colosenses 2:12-13; Hechos 16:30-33; Hechos 22:16; Hechos 2:38; Mateo 28:19-20.
16. La Cena del Señor
La Cena del Señor es una participación en los emblemas del cuerpo y
de la sangre de Jesús, como expresión de fe en Él, nuestro Señor y
Salvador. En esta experiencia de comunión Cristo está presente para
fortalecer su pueblo. Al participar, gozosamente proclamamos la muerte
del Señor hasta que regrese de nuevo. La preparación para la Cena
incluye el examen de conciencia, arrepentimiento y confesión. El Maestro
instituyó la ceremonia del lavamiento de pies para representar una
limpieza renovada, para expresar la disposición de servir unos a otros
en humildad semejante a la de Cristo, y para unir nuestros corazones en
amor. El servicio de Comunión o Santa Cena está abierto a todos los
cristianos creyentes.
1 Corintios 10:16-17; 1 Corintios 11:23-30; Mateo 26:17-30; Apocalipsis 3:20; Juan 6:48-63; Juan 13:1-17.
17. Dones y Ministerios Espirituales
Dios confiere a todos los miembros de su Iglesia, en todas las
épocas, dones espirituales que cada miembro debe emplear en amante
ministerio por el bien común de la Iglesia y de la humanidad. Siendo
otorgados por la actuación del Espíritu Santo, el cual distribuye a cada
miembro como quiere, los dones proveen todas las aptitudes y
ministerios que la Iglesia necesita para cumplir sus funciones
divinamente ordenadas. De acuerdo con las Escrituras incluye tales
ministerios como la fe, sanación, profecía, proclamación, enseñanza,
administración, reconciliación, compasión, servicio abnegado, caridad
para ayudar, y exhortación y aliento a las personas. Algunos miembros
son llamados por Dios y dotados por el Espíritu para funciones
reconocidas por la Iglesia en ministerios pastorales, evangélicos,
apostólicos y de enseñanza. particularmente necesarios para capacitar a
los miembros para el servicio, edificar a la iglesia para una madurez
espiritual y fomentar la unidad de fe y el conocimiento de Dios. Cuando
los miembros emplean esos dones espirituales como fieles mayordomos de
la variada gracia de Dios, la iglesia es protegida de la destructiva
influencia de la falsa doctrina, tiene un crecimiento que proviene de
Dios y es edificada con fe y amor.
Romanos 12:4-8; 1 Corintios 12:9-11, 27-28; Efesios 4:8, 11-16; Hechos 6:1-7; 1 Timoteo 3:1-13; 1 Pedro 4:10-11.
18. El Don de Profecía
Uno de los dones del Espíritu Santo es el de profecía. Este don es
una característica distintiva de la Iglesia remanente y fue manifestado
en el ministerio de Ellen G. White. Como mensajera del Señor, sus
escritos son una continua y autorizada fuente de verdad y proporcionan
consuelo, guía, instrucción y corrección a la Iglesia. Sus escritos
también dejan claro que la Biblia es la regla por la que debe ser
probada toda enseñanza y experiencia.
Joel 2:28-29; Hechos 2:14-21; Hebreos 1:1-3; Apocalipsis 12:17; Apocalipsis 19:10.
19. La Ley de Dios
Los grandes principios de la Ley de Dios están incluidos en los Diez
Mandamientos y ejemplificados en la vida de Cristo. Expresan el amor, la
voluntad y los propósitos de Dios respecto la conducta y relaciones
humanas, y son vinculantes a todas las personas de todas las épocas.
Esos preceptos constituyen la base del pacto de Dios con su pueblo y la
norma en el juicio de Dios. A través de la intervención del Espíritu
Santo, los Mandamientos señalan el pecado y despiertan el sentido de
necesidad de un Salvador. La Salvación es completamente por gracia y no
por obras, pero el fruto de ella es la obediencia a los Mandamientos.
Esta obediencia desarrolla el carácter cristiano y resulta en un sentido
de bienestar. Es una evidencia de nuestro amor por el Señor y de
nuestra preocupación por el prójimo. La obediencia de fe demuestra el
poder de Cristo para transformar vidas, y por lo tanto fortalece el
testimonio cristiano.
Éxodo 20:1-17; Salmo 40:7-8; Mateo 22:36-40; Deuteronomio
28:1-14; Mateo 5:17-20; Hebreos 8:8-19; Juan 15:7-10; Efesios 2:8-10; 1
Juan 5:3; Romanos 8:3-4; Salmo 19:7-14.
20. El Sábado
El bondadoso Creador, después de los seis días de la Creación,
descansó el séptimo día e instituyó el Sábado para todo el mundo como
recordativo de la Creación. El cuarto mandamiento de la inmutable Ley
de Dios requiere la observancia de este séptimo día sábado como día de
descanso, adoración y ministerio en armonía con las enseñanzas y
prácticas de Jesús, el Señor del Sábado. El sábado es un día de
agradable comunión con Dios y unos con otros. También es un símbolo de
nuestra redención en Cristo, una señal de nuestra santificación, una
demostración de nuestra lealtad, y un anticipo de nuestro futuro eterno
en el reino de Dios. El sábado es una señal perpetua de su pacto eterno
entre Él y su pueblo. La observancia gozosa de este santo tiempo de
puesta de sol a puesta de sol o de tarde a tarde, es una celebración de
los actos creativo y redentor de Dios.
Génesis 2:1-3; Éxodo 20:8-11; Lucas 4:16; Isaías 56:5-6;
Isaías 58:13-14; Mateo 12:1-12; Marcos 2:27-28; Éxodo 31:13-17; Ezequiel
20:12, 20; Deuteronomio 5:12-15; Hebreos 4:1-11; Levítico 23:32; Marcos
1:32.
21. Mayordomía
Somos mayordomos de Dios, quien nos ha encomendado el tiempo y las
oportunidades, capacidades y posesiones, y las bendiciones de la Tierra y
sus recursos. Reconocemos la propiedad divina por medio del fiel
servicio a Él y a nuestros semejantes, y devolviendo diezmos y dando
ofrendas para la proclamación de su Evangelio y para la manutención y el
crecimiento de su iglesia. La mayordomía es un privilegio que nos ha
dado Dios para crecer en amor y en victoria sobre el egoísmo y la
codicia. El mayordomo se regocija en las bendiciones que sobrevienen a
los demás como resultado de su fidelidad.
Génesis 1:26-28; Génesis 2:15; 1 Crónicas 29:14; Hageo
1:3-11; Malaquías 3:8-12; 1 Corintios 9:9-14; Mateo 23:23; 2 Corintios
8:1-15; Romanos 15:26-27.
22. Conducta Cristiana
Somos llamados para ser un pueblo piadoso, que piensa, siente y actúa
de acuerdo con los principios del Cielo. Para que el Espíritu recree en
nosotros el carácter de nuestro Señor, nos involucramos sólo en
aquellas cosas que producirán en nuestra vida pureza, salud y alegría
semejantes a las de Cristo. Esto quiere decir que nuestra diversión y
entretenimiento deberían cumplir la más alta norma del gusto y belleza
cristianos. A la vez que reconocemos las diferencias culturales, nuestro
vestido tiene que ser sencillo, modesto y pulcro, adecuándose aquellos
cuya auténtica belleza no consiste en adorno externo sino en el
incorruptible adorno de un espíritu tranquilo y afable. También
significa que, dado que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
debemos cuidarlo de forma inteligente. Con ejercicio y descanso
adecuados, debemos adoptar la dieta más saludable posible y abstenernos
de alimentos inmundos identificados en las Escrituras. Dado que el uso
del bebidas alcohólicas, el tabaco, y el uso irresponsable de drogas y
narcóticos son dañinos para nuestra salud, debemos de abstenernos de
ellos. En su lugar, debemos participar en cualquier cosa que eleve
nuestros pensamientos y cuerpos a la disciplina de Cristo, quien desea
nuestra salud completa, gozo y bienestar.
Romanos 12:1-2; 1 Juan 2:6; Efesios 5:1-21; Filipenses 4:8; 2
Corintios 10:5; 2 Corintios 6:14-7:1; 1 Pedro 3:1-4; 1 Corintios
6:19-20; 1 Corintios 10:31; Levítico 11:1-47; 3 Juan 1:2.
23. Matrimonio y Familia
El matrimonio fue divinamente establecido en el Edén y confirmado por
Jesús como unión vitalicia entre un hombre y una mujer, en amoroso
compañerismo. Para el cristiano, el compromiso matrimonial es con Dios
así como con el cónyuge, y solamente debe ser asumido entre parejas que
comparten la misma fe. El amor mutuo, honor, respeto y responsabilidad
son los elementos que edifican esta relación, que tiene que reflejar el
amor, santidad, proximidad y permanencia de la relación entre Cristo y
su Iglesia. Respecto al divorcio, Jesús enseñó que la persona que se
divorcia del cónyuge, a no ser por causa de fornicación, y se casa con
otro, comete adulterio. A pesar de que algunas relaciones familiares
puedan no llegar al ideal, los cónyuges que se comprometen plenamente el
uno al otro en Cristo, deben alcanzar la amorosa unidad con la guía del
Espíritu Santo y los cuidados de la Iglesia. Dios bendice la familia y
quiere que sus miembros se ayuden unos a otros hasta alcanzar completa
madurez. Los padres deben educar sus hijos paraa amar al Señor y
obedecerle. Por su ejemplo y sus palabras tienen que enseñarles que
Cristo disciplina con amor, siempre tierno y cariñoso, quien desea que
se conviertan en miembros de su cuerpo, la familia de Dios. Incrementar
la unión familiar es uno de los cometidos de l mensaje final del
Evangelio.
Génesis 2:18-25; Mateo 19:3-9; Juan 2:1-11; 2 Corintios 6:14;
Efesios 5:21-33; Mateo 5:31-32; Marcos 10:11-12; Lucas 16:18; 1
Corintios 7:10-11; Éxodo 20:12; Efesios 6:1-4; Deuteronomio 6:5-9;
Proverbios 22:6; Malaquías 4:5-6.
24. El Ministerio de Cristo en el Santuario Celestial
Hay un santuario en el Cielo, el tabernáculo verdadero que levantó el
Señor y no el hombre. En él, Cristo intercede en nuestro favor,
haciendo accesibles a los creyentes los beneficios de su sacrificio
expiatorio ofrecido una vez para todos en la cruz. Él es nuestro gran
Sumo Sacerdote y comenzó su ministerio intercesor en ocasión de su
ascensión. En 1844, a final del período profético de los 2.300 días,
inició la segunda y última fase de su ministerio expiatorio. Es una
labor de juicio investigador que forma parte de la disposición final de
todo pecado, tipificado por la purificación del antiguo santuario
hebreo en el día de la Expiación. En aquel servicio tipo el santuario
era purificado con la sangre de sacrificios animales, pero las cosas
celestiales son purificadas con el sacrificio perfecto de la sangre de
Jesús. El juicio investigador revela a las inteligencias celestiales
quiénes de entre los muertos que duermen en Cristo y por lo tanto, en
Él, son juzgados dignos de tener parte en la primera resurrección.
También se hace manifiesto quiénes, de entre los vivos, están morando en
Cristo, guardando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y en Él,
por lo tanto, están preparados para ser trasladados a su reino eterno.
Este juicio vindica la justicia de Dios al salvar a aquellos que creen
en Jesús. Declara que aquellos que han permanecido fieles a Dios
recibirán su reino. La culminación de este ministerio de Cristo señalará
el fin del tiempo de gracia para los seres humanos, antes del segundo
advenimiento.
Hebreos 8:1-5; Hebreos 4:14-16; Hebreos 9:11-28; Hebreos
10:19-22; Hebreos 1:3; Hebreos 2:16-17; Daniel 7:9-27; Daniel 8:13-14;
Daniel 9:24-27; Números 14:34; Ezequiel 4:6; Levítico 16; Apocalipsis
14:6-7; Apocalipsis 20:12; Apocalipsis 14:12; Apocalipsis 22:12.
25. La Segunda Venida de Cristo
La segunda venida de Cristo es la bendita esperanza de la Iglesia, el
gran clímax del Evangelio. La venida del Salvador será literal,
personal, visible y global. Cuando Él regrese, los muertos justos
resucitarán, y junto a los vivos justos serán glorificados y tomados a
los cielos, pero los injustos morirán. El casi completo cumplimiento de
la mayoría de profecías, junto con la presente condición del mundo,
indican que la venida de Cristo es inminente. El momento de ese evento
no ha sido revelado, y por lo tanto se nos exhorta a estar preparados en
todo momento.
Tito 2:13; Hebreos 9:28; Juan 14:1-3; Hechos 1:9-11; Mateo
24:14; Apocalipsis 1:7; Mateo 24:43-44; 1 Tesalonicenses 4:13-18; 1
Corintios 15:51-54; 2 Tesalonicenses 1:7-10; 2 Tesalonicenses 2:8;
Apocalipsis 14:14-20; Apocalipsis 19:11-21; Mateo 24; Marcos 13; Lucas
21; 2 Timoteo 3:1-5; 1 Tesalonicenses 5:1-6.
26. Muerte y Resurrección
La paga del pecado es la muerte. Pero Dios, el único que es inmortal,
concederá vida eterna a sus redimidos. Hasta aquel día, la muerte es un
estado inconsciente para todas las personas. Cuando Cristo, quien es
nuestra vida, aparezca, los justos resucitados y los justos vivos serán
glorificados y tomados para encontrarse con su Señor. La segunda
resurrección, la resurrección de los injustos, tendrá lugar mil años
después.
Romanos 6:23; 1 Timoteo 6:15-16; Eclesiastés 9:5-6; Salmo
146:3-4; Juan 11:11-14; Colosenses 3:4; 1 Corintios 15:51-54; 1
Tesalonicenses 4:13-17; Juan 5:28-29; Apocalipsis 20:1-10.
27. El Milenio y el Fin del Pecado
El milenio es el reinado de mil años de Cristo con sus santos en el
Cielo entre la primera y la segunda resurrección. Durante este tiempo
serán juzgados los impíos muertos; la Tierra estará completamente
desolada, sin habitantes humanos vivos, aunque estará ocupada por
Satanás y sus ángeles. Al fin de ese período, Cristo con sus Santos y la
Santa Ciudad descenderán del cielo a la Tierra. Los impíos muertos
serán entonces resucitados y, con Satanás y sus ángeles, cercarán la
ciudad; pero el fuego de Dios los consumirá y purificará la Tierra. El
Universo será liberado para siempre del pecado y de los pecadores.
Apocalipsis 20; 1 Corintios 6:2-3; 2 Pedro 3:7; Jeremías 4:23-26; Apocalipsis 21:1-5; Malaquías 4:1; Ezequiel 28:18-19.
28. La Nueva Tierra
En la Nueva Tierra, en que habita la justicia, Dios proveerá un hogar
eterno para los redimidos y un medio ambiente perfecto para la vida
eterna, amor, gozo y aprendizaje en su presencia. Porque allí mismo
morará Dios con su pueblo, y el sufrimiento y la muerte ya habrán
pasado. La gran controversia habrá llegado a su fin, y no habrá más
pecado. Todas las cosas, animadas e inanimadas, declararán que Dios es
amor; y Él reinará para siempre. Amén.
2 Pedro 3:13; Isaías 35; Isaías 65:17-25; Mateo 5:5; Apocalipsis 21:1-7; Apocalipsis 22:1-5; Apocalipsis: 11:15.
Dios los bendiga!!