Ads 468x60px

javascript:void(0)

sábado, 19 de noviembre de 2011

El Cristiano y la Depresion


 
Por: Robinson Valencia
El cristiano encuentra algunas cosas muy difíciles de entender. Una de ellas el dolor y el sufrimiento de los hijos de Dios. Cuando pasan por el dolor y la prueba, muchos se preguntan: “Si yo soy hijo de Dios ¿Por qué me suceden estas cosas?” Si el ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, ¿Por qué sufrí este accidente?” Los interrogantes se multiplican y se agravan cuando nos comparamos con otros que según nos parece, sufren menos a pesar de que no son fieles a Dios.
El dolor y el sufrimiento son una realidad de la vida que afecta a todos los seres humanos, sean cristianos o no. El sufrimiento es un hecho de la vida. La vida es injusta. Vivimos en un mundo caído donde reina el pecado y la muerte. Dios quiere rescatarnos de aquí, pero el rescate es doloroso para el y para nosotros. Quizás te preguntes: “¿Cuál es,  la diferencia entre el que sirve a Dios y el que no le sirve?”
Sí hay una diferencia.  Los cristianos tienen una ventaja. Como hijo amado de Dios, el creyente cuenta con la dirección y la presencia de su amoroso Padre Celestial. El Señor dice en su Palabra: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegaran. Cuando pases por el fuego, no te quemaras, ni la llama arderá en ti” (Isa. 43:2)
Dios no te ha prometido librarte del sufrimiento. Lo que sí te asegura es que estará contigo en el horno de la aflicción  hasta el final. Busca al Señor en tiempo de paz, para cuando llegue el tiempo de la crisis puedas tener confianza en él. Entonces tu primera reacción será confiar en Dios, buscar y clamar en oración a tu Padre Celestial. Buscar a Dios en los buenos y malos tiempos te ayudará a recordar tu posición como hijo de Dios.
No tomes ninguna decisión cuando seamos golpeados por el dolor. Haz como Job, que “se postró en tierra y adoró”. Entonces sabrás lo que debes hacer. Evitaras mucho dolor  y mucho sufrimiento si acudes al Señor. No te muevas. Escucha primero la voz de Dios. Él te indicara que tienes que hacer. Tiene muchas formas de acercarse a ti para hablarte: a través de un sermón, al escuchar un himno, o a través del consejo de otro cristiano. Sin embargo, el método normal es a través de su Palabra.
Jesús recibe la noticia de que uno de sus mejores amigos está enfermo. Sabe perfectamente bien que hay corazones desesperados por la crisis que están viviendo, pero no hace nada. Decide permanecer en el mismo lugar donde se encuentra. Todos pensaríamos que lo lógico habría sido que, tan pronto como Jesús hubiese recibido el mensaje sobre el estado de salud de Lázaro, hubiese salido corriendo para atender la petición urgente que se le acababa de presentar. Lo mismo pensaba María y Marta. Ellas sabían que todo se arreglaría tan pronto como Jesús llegara a la aldea de Betania. Sin embargo, en lugar de salir corriendo, Jesús se quedó donde estaban dos días más. Estaba a dos días de viaje de Betania, así que, cuando finalmente llegó, habían transcurrido cuatro días desde que recibió el mensaje. Cuando llego, Lázaro ya estaba muerto.
Este pasaje presenta entre nosotros un asunto importante: ¿Qué hacer cuando Dios se demora? Digo que es un asunto muy importante porque es posible que hayas tenido la experiencia de pedir a Dios alguna cosa, como encontrar un empleo, romper con un mal hábito o detener la amenaza de una quiebra financiera sin que nada haya sucedido. O quizás has pedido la dirección de Dios para tomar decisiones  importantes, pero no llega la respuesta a tu solicitud. Quizás has rogado en oración por la salud de un ser querido y una persona cercana a tu corazón no solo no sanó, sino que,  en lugar de curarse, murió. Quizás tuviste problemas en tu negocio y alguien te dijo que confiaras en el Señor, pero las cosas fueron a peor. Esperabas una palabra de parte de Dios, pero lo único que hubo fue silencio. ¿Qué hacer cuando todo esto sucede? ¿Qué hacer  cuando suceden cosas que no se pueden explicar? El silencio y la demora de Dios en responder nos desesperan. Pensamos: “¿Por qué Dios no actúa? ¿Por qué se demora?”.
Aunque la historia de la enfermedad de Lázaro presenta todo un dilema, de ella podemos aprender que las demoras de Dios tienen un propósito y que son dilaciones de amor para traer gloria a su nombre y lo mejor para sus hijos. Ante las demoras de Dios, las palabras del patriarca Job deben ser nuestra fortaleza: “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13: 15)
¿Cómo debemos reaccionar cuando Dios no responde a nuestras suplica inmediatamente? ¿Cuál debiera ser nuestra actitud cuando esperamos que Dios actué y nada parece ocurrir? Cuando llamamos y no hay respuesta, cuando tocamos a la puerta y no se abre, cuando la ayuda implorada no llega, ¿Qué hacer? En vez de pensar que Dios no escucha, que nuestras oraciones no van más allá del techo, que nos ha abandonado, o que el milagro no se produce porque somos malos, mostremos plena confianza en su amor.
Jesús recibió el mensaje de que su amado amigo estaba enfermo. La Biblia parece enfatizarlo: “Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro” (Juan 11: 35). Además se menciona que, frente a la tumba de Lázaro, “Jesús lloró” (Juan 11: 35). Y los judíos dijeron: “Mirad como le amaba” (Juan 11: 36).
No importa las circunstancias que tengamos que enfrentar. No importa cuán oscuro sea la noche de la prueba. De una cosa podemos estar completamente seguros: ni siquiera por un instante eres ajeno al amor de un Padre Celestial.
Podemos atravesar por muchas experiencias trágicas en la vida y experimentar muchas situaciones indeseables, pero a pesar de todo lo que ocurra, del vacío, del abandono, del desprecio que tengamos que experimentar, nunca debemos olvidar una cosa: Jesús nos ama. Sufre por nosotros, y llora por nosotros. Todas las relaciones de Dios con nosotros  están presididas por el amor. Jesús no respondió a María y a Marta como ellas esperaba que lo hiciera. Fue una severa prueba para su fe en Jesús. Aunque tardara cuatro días o un año en resolver el problema, ellos debían confiar en su amor. La tardanza de Jesús se debía a que tenía un propósito de misericordia hacia ellas y hacia Lázaro.
Cualquiera sea la manera en que Dios  haya decidido resolver tu problema hoy, confía plenamente en que él te ama, que está contigo y nunca te dejara solo o sala, en las horas de angustia de tu vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario