PETICIÓN DE AMOR AL ESTILO GEDEÓN

Termina febrero y todo vuelve a la normalidad, el tan esperado y aclamado día del amor y la amistad finaliza, y las emociones a flor de piel, se apagan una vez más, las promesas se congelan, y los tiernos corazones ilusionados vuelven a sus romances rutinarios, pero hay algo que nunca, nunca se apaga, y ese es el AMOR.

En un retiro espiritual de jóvenes, el pastor encargado de los seminarios me preguntaba el significado de dicha palabra. Apenas y lo pensé unos segundos, no quería dar una respuesta trillada, pero era la que tenía en mente y considero la adecuada, el amor es un don de Dios.

Y efectivamente aunque, haya miles de definiciones, románticas o bien fundamentadas, el amor es un don de Dios, de lo contrario solo es mera ilusión. De esta forma, para enamorarse, es necesario pedir la dirección de Dios, de lo contrario, solo tendremos romances sin rumbo fijo, nadando a la deriva, en un mundo donde el amor se vuelve comercial, condicionado y superficial. He escuchado miles de experiencias de jóvenes que para la búsqueda de su compañera o compañero de la vida, se encomiendan a Dios, pidiendo pruebas para conocer quién será la persona indicada, y Dios responde positivamente al pedido. No siempre ocurre así, y no porque Dios se equivoque, al contrario, la respuesta de Dios siempre es la mejor, solo que no siempre resulta ser la que nosotros esperábamos.

Hace años, me contaron una historia, que esta vez decido compartir. Ella era una chica consagrada a Dios, activa en la iglesia, conocida y querida por los miembros de la iglesia a la que pertenecía, era la chica perfecta con la que un joven cristiano y consagrado desearía pasar el resto de su vida. Un día se “enamoró”, como consecuencia de largos años de compañerismo con un joven de no mejores cualidades que ella, y decidió ponerlo en las manos de Dios. Muchas veces había leído la historia del buen Gedeón, le parecía interesante como este personaje bíblico había pedido señales a Dios para estar seguro de las acciones que realizaría.

Así que al estilo Gedeón, se preparó, y habló con Dios y le pidió señales, pero solo una se cumplió; se aproximaba una reunión, cientos de personas entregando su vida a Dios, habría mucha gente, y la persona en cuestión se encontraría allí, la señal sería que él joven no esperaría a que ella lo fuera a saludar, el vendría hasta donde ella estaba y hablaría con ella, ese sería el primer paso, así que se preparó, y a la hora justa llegó a la reunión, y pasaban los minutos, y las horas, y no pasaba nada, y ella seguía esperando, la una, las dos y la reunión concluyó, y muy triste volvió a su casa. Almorzó, se bañó y se resignó, tres horas más tarde, él apareció, en la puerta de su casa, ella desde su habitación con el corazón precipitado, escuchó, saltó de la cama, corrió a la cocina, y el joven saludando a toda la familia, hasta la cocina se acercó para saludarla solo a ella, la miró, le sonrió, le dio la mano, y la besó.

Y ella creyó que había sido enviado por Dios, pero se equivocó, el simplemente fue a buscar unas películas que alguien de la familia le proporcionó. Con el paso del tiempo, al ver que las otras señales no se cumplían, se dio cuenta de que no siempre la respuesta de Dios es la que nosotros esperamos, pero sin duda alguna es la mejor. Con frecuencia, ponemos en las manos de Dios el nombre de la persona que esperamos sea la indicada para compartir nuestra vida, pero nos olvidamos de que el amor es un don de Dios y que solo Él puedo ofrecerlo y ayudarnos a encontrarlo.

No te confundas con cualquier ilusión pasajera o momentánea, solo espera, Dios conoce a la persona indicada para tu vida, recuerda:

“Porque yo sé los planes que tengo acerca de ustedes, dice el Señor, pensamientos de paz y no de mal, para darles el fin que esperan.” Jeremías 29:1

Y quien sabe, posiblemente algún día aparezca, te mire a los ojos, te sonría, te de la mano, y te salude con un beso. Por ahora conságrate a Dios completamente, y lo demás vendrá por añadidura.

Esmeralda Domínguez Domínguez,